El Trabajador se mantendrá incrédulo frente al discurso “La empresa es un Equipo” si constata que existen incongruencias entre las supuestas preocupaciones que la empresa dice tener –los credos de la empresa- y lo que él cree y percibe en este sentido en su puesto de trabajo.
La participación se ve, desde el punto de vista del sistema de dirección, a nivel individual y a nivel colectivo o global de la organización.
Con el enriquecimiento de los puestos individuales se pretende delegar responsabilidades, autonomía y poder a los trabajadores y dotar al puesto de trabajo de una mayor significatividad variedad de tareas y feed back
A nivel colectivo, la participación en la empresa suele instrumentalizarse a través de fórmulas grupales.
La participación permitiría dotar de mayor realismo aquel discurso de la “empresa como equipo” por cuanto influye en el grado de compromiso e identificación con la misma; pero a su vez, la interiorización de este discurso por parte de los trabajadores y consecuentemente, la creación de una “cultura fuerte”, de un sistema compartido de valores, precedería al menos parcialmente, a la evolución de la organización del trabajo. Sería un prerrequisito para que al empresa renunciara a los principios Tayloristas más importante de la organización del trabajo y concediera una mayor autonomía y poder a los trabajadores y a los grupos. Sin embargo, la participación de los trabajadores en la definición de los valores es mínima por no decir nula, (des) encadenándose a partir de este momento el mito de la participación.
Si la forma de dirección participación es usado como un ardid para “ser simpático con el personal”, serán poco efectivos los procesos de cambio que se pretendan promover en las organizaciones.
Aspectos tales como las características de la estructura, el excesivo tamaño, la homogeneidad o heterogeneidad, presión hacia el conformismo, por mencionar algunos, serán elementos que impedirán lograr una participación efectiva.
La participación se ve, desde el punto de vista del sistema de dirección, a nivel individual y a nivel colectivo o global de la organización.
Con el enriquecimiento de los puestos individuales se pretende delegar responsabilidades, autonomía y poder a los trabajadores y dotar al puesto de trabajo de una mayor significatividad variedad de tareas y feed back
A nivel colectivo, la participación en la empresa suele instrumentalizarse a través de fórmulas grupales.
La participación permitiría dotar de mayor realismo aquel discurso de la “empresa como equipo” por cuanto influye en el grado de compromiso e identificación con la misma; pero a su vez, la interiorización de este discurso por parte de los trabajadores y consecuentemente, la creación de una “cultura fuerte”, de un sistema compartido de valores, precedería al menos parcialmente, a la evolución de la organización del trabajo. Sería un prerrequisito para que al empresa renunciara a los principios Tayloristas más importante de la organización del trabajo y concediera una mayor autonomía y poder a los trabajadores y a los grupos. Sin embargo, la participación de los trabajadores en la definición de los valores es mínima por no decir nula, (des) encadenándose a partir de este momento el mito de la participación.
Si la forma de dirección participación es usado como un ardid para “ser simpático con el personal”, serán poco efectivos los procesos de cambio que se pretendan promover en las organizaciones.
Aspectos tales como las características de la estructura, el excesivo tamaño, la homogeneidad o heterogeneidad, presión hacia el conformismo, por mencionar algunos, serán elementos que impedirán lograr una participación efectiva.
Mañana presentaremos el últmo mito correspondiente a esta entrega por partes...
Le deseamos una excelente noche...
Los 3 EnlazaDOs...
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